María García Esperón:
“Me he mirado desde siempre en la Memoria” *
¿Cuándo descubriste tu vocación de escritora?
En una tarde en que, a los seis años, leí el primer libro. Recuerdo el momento, las texturas del libro, los colores, las letras… fueron instantes sagrados que rememoro siempre. Leí ese libro sola, sin un adulto al lado. Era una narración bíblica en un volumen ilustrado titulado “La creación”. Cuando terminé de leerlo lo repasé y creí morir de felicidad al descubrir que tenía pegadas un par de páginas. Eso significaba que había algo oculto, que debía ser más misterioso y más bello que lo demás… He pensado en esa primera experiencia lectora y comprendo que me marcó para siempre y que ha sido el signo de la literatura infantil y juvenil que cultivo actualmente: que siempre quede algo oculto, algo preservado como un tesoro, que siempre se sienta que ese libro apunta a algo más. Que el lector es un descubridor único de un mensaje trascendente. A los seis años supe que sería escritora, y escritora de libros como ese que había leído, que involucraran la historia y la espiritualidad, el misterio y la poesía.
¿Cómo fue tu infancia en relación a los libros?
Consagrada a ellos. Tuve mi infancia para leer y descubrir lo maravilloso que puede ser el mundo a través de los libros. Lo único que quería yo hacer era leer y lo hacía en todo momento. Ciertamente que jugaba poco, juegos físicos casi nada. Yo soñaba e imaginaba a través de los libros. Mis horas eran las páginas. Mis amigos y mis amores los personajes. Y aquí fui afortunada por crecer en el seno de una familia donde todos eran grandes lectores. Mi abuela, que vivía con nosotros era además poeta. Ella me influyó mucho, yo fui a heredar en vida sus lecturas, no porque ella me las entregara directamente, sino porque yo curioseaba en sus libros y así, a los 8 años yo ya sabía de los Nibelungos, por ejemplo; o de Haroun Al Raschid, el emir de los creyentes. Tenía libros preciosos, ilustrados (para adultos), de la editorial Sopena, y antologías poéticas sorprendentes, que yo hojeaba. Y también muy pequeña, entre los 8 y los 9 años, descubrí la poesía, los versos, en antologías del modernismo. Rubén Darío me conmocionó, particularmente con el poema “Cosas del Cid”.
Todo esto me causó una especie de defasamiento con los niños de mi edad, que no entendían por qué yo prefería quedarme a leer hoja por hoja la Enciclopedia Barsa, que salir a jugar. Pero no en un sentido traumático, les parecía increíble, ¡como a mí me parecía increíble que no se quisieran quedar conmigo a leer la Enciclopedia!
Sin embargo, no comenzaste a escribir propiamente sino hasta los cuarenta años…
Así es. Pero no dejé nunca de ser escritora porque siempre he sido lectora. Y mi percepción, mi cerebro, funcionan literariamente, todo el tiempo, con esos arquetipos que aprehendí de niña: en sexto de primaria ya había leído la Iliada, la Odisea, la leyenda artúrica en diversas versiones, a Cervantes, a Shakespeare, a Tolstoi, a Dante, podía leer en inglés, francés e italiano… claro que había muchas cosas que yo no entendía, no solamente por el idioma, sino porque era una niña; pasajes que me resultaban largos y tediosos, hojas que me “saltaba”, pero podía sentir la vibración general de los textos, eso que encierra la literatura de verdad, que devela lo oculto, el misterio del mundo, que nos pone en contacto con eso que se llama Belleza.
Con todo eso yo iba viviendo mi vida y realizando mis inquietudes –la danza flamenca, por ejemplo, fue la gran pasión de mi juventud-, así que cuando me puse a escribir mi primer libro, motivada por las lecturas que había hecho con mi hijo y con la idea de presentarme al concurso el Barco de Vapor, fue algo muy natural para mí, simplemente poner por escrito esa especie de voz interior que me viene diciendo las cosas siempre.
Y desde entonces, que obtienes el Premio Barco de Vapor 2004 con la novela El Disco del Tiempo, no has dejado de escribir…
Así es, y de vivir mi vida ahora sí, plenamente, de un modo literario… Desde ese año a la fecha he tenido en mi vida experiencias tan intensas y hermosas como las que se viven en los libros que amamos.
¿Cómo eliges los temas de tus libros?
En un sentido, ellos, los temas, me eligen a mí. Es como una descarga eléctrica la que experimento al encontrar el tema, el motivo. O más bien, podría compararlo con el daimon o demonio del que hablaba Sócrates, cuando éste se aparece, ahí está el misterio, la puerta que se abre, la verdad que espera ser revelada, o la aventura que vale la pena ser vivida. Lo que me ocurrió con
El Disco del tiempo es uno de los mejores ejemplos. Al terminar de escribir esta novela que trata sobre el disco de Festos y su escritura jeroglífica, después de leer hasta la saciedad que no existía otro objeto comparable, o que no había sido encontrado… se publica el hallazgo del Disco de Nebra en Alemania, que puede o no tener puntos de contacto con el Disco de Festos, pero que procede de la Edad de bronce, como aquél y lleva en su superficie el asterismo de los 7 puntos que designa a las Pléyades, presente en el Disco de Festos. Esto ocurre en la realidad cuando yo estoy escribiendo una novela sobre ese disco, esa época… fue una experiencia única, pasar del libro a la realidad y de la realidad al libro. Y así, con todas esas emociones, escribí El Disco del Cielo, novela que fue publicada en Cuba en 2011 por la Editorial Gente Nueva,y que, según me dice mi editor y querido amigo Enrique Pérez Díaz desde la isla, ha tenido una muy grande aceptación.
¿De los personajes que has creado o evocado en el caso de los históricos, cuál es tu favorito?
Tengo debilidad por las dos princesas, Cleopatra Selene, de
Querida Alejandría y Copo de Algodón, de la novela del mismo nombre. Las dos me eligieron para darles voz y mundo en este siglo XXI entre los jóvenes y no tan jóvenes pero que están dispuestos a darse una segunda juventud a través de estas lecturas.
¿Cómo llegaste a Ediciones El Naranjo?
¡También El Naranjo llegó a mí! Fue en la época en que algunos escritores comenzábamos a usar los blogs para ponernos en contacto. Así, en Cuaderno de apuntes, el blog de mi querido amigo Pedro Villar, conocí a Ana Laura Delgado, quien tuvo la deferencia de pedirme un libro para su editorial, lo que me hizo muy feliz. Y la novela
Copo de Algodón la escribí especialmente para El Naranjo. Yo soñaba verla pender de ese árbol que viene entregando frutos-libros tan hermosos en fondo y forma para los lectores más jóvenes.
¿Y te pusiste la camiseta?
Sí. Absolutamente. Sin detrimento de las otras editoriales que han sido espléndidas para con mis libros, como Norma en Colombia, el FCE con los
Tigres de la otra noche, SM con la proyección que me dio el premio El Barco de Vapor. Hillman Publicaciones en Colombia que me ha publicado un libro por año desde 2009 y Gente Nueva en Cuba que ya es como mi familia porque Enrique Pérez Díaz es mi hermano del alma… Con El Naranjo es algo especial, una identificación con el ideario de la editorial, una aproximación al libro como ese objeto cálido y acunado en manos humanas. Gracias al Naranjo pude tener esa relación cercana con el libro y su entorno que todo autor anhela. En El Naranjo, para mí, el libro sigue siendo esa criatura mágica y alada, dispuesta a entregar sus maravillas a quienes con alas y con magia estén dispuestas a recibirlas.
¿Qué satisfacciones te ha traído la novela Copo de Algodón?
Ya son incontables. Desde su “nacimiento”, en el Museo del Templo Mayor, mientras se exhibía al público mexicano la exposición sobre Moctezuma diseñada por el Museo Británico, hasta escuchar en el Castillo del Chapultepec al coro de Niños Cantores del Estado de México entonando en náhuatl una bellísima composición de David García, también queridísimo amigo, inspirada en el personaje, o cuando gracias a Joaquín De la Buelga y la Sociedad de Amigos del País, con Fernando Álvarez Balbuena y Armando Arias al frente, y acompañada cálidamente por Asunción Carracedo, presenté el libro en España, en el Centro Internacional Niemeyer de Avilés ante 200 niños españoles que recibieron a una niña azteca del siglo XVI como su amiga…
Han sido tantas vivencias que he llegado a pensar que
Copo de Algodón es más que un libro, es un movimiento del espíritu, que toca muchas fibras dormidas y que trae a la vida de la memoria a una niña que antes de esta novela estaba en la muerte del olvido.
Tú escribes poesía y narrativa, ¿cómo combinas esos dos ámbitos?
La prosa con la que escribo principalmente la narrativa histórica, es poética.
La poesía es una mirada especial sobre el mundo, que siempre está presente.
Sin embargo, no me considero poeta sino una intérprete de poesía. Esto es para mí como un don: convertirme en instrumento a través del cual puede entonarse la melodía de la belleza.
El Naranjo estuvo muy presente cuando en octubre de 2009 fundé el encuentro
Voz y Mirada, para decir poesía de autores diversos que conocía por Internet y plasmar todo esto en videopoemas. Desde entonces hasta julio 2012 he realizado unos mil videopoemas, con la poesía de diversos autores que también en este caso, puedo decir que me ha escogido, principalmente la del poeta asturiano Aurelio González Ovies, con cuya palabra establecí un compromiso existencial -¿ya ven como vivo literariamente?-: darla a conocer dondequiera que voy. En junio pasado hice una presentación de su poesía en el Centro Español de Querétaro que fue tan impactante y emotiva para los espectadores españoles como para los mexicanos. Todos me manifestaron su asombro porque no se trató de una lectura, sino porque yo dije veinte poemas de memoria, algunos largos y complejos… pero esto no es algo muy difícil para mí porque desde niña tengo la costumbre de aprenderme poemas. Desde aquel “Cosas del Cid” de Darío que les comentaba más arriba, yo no estaba tranquila hasta aprenderme el poema que me había gustado tanto. Me he mirado desde siempre en la Memoria, por amor de las palabras.
Háblanos de tu novela El anillo de César
¡Por dónde empezar! Tal vez en que es un sueño hecho realidad, pero un sueño cuyas expectativas fueron sobrepasadas. El libro que ha hecho El Naranjo, las ilustraciones de Miguel Ortiz, Sr. No quiero, están a punto de entregar a los jóvenes mexicanos el plato fuerte de la Historia Universal. (Está bien: uno de los platos fuertes). Y por una de esas simetrías que encantaban a los antiguos, esta novela sobre Julio César sale de la imprenta precisamente en el mes de Julio (por poco sale el mismo día 13, que nació César, en el mes que se llamaba Quintilis, y al que se puso su nombre para honrarlo).
El personaje siempre me ha fascinado. Julio César realizó todas las posibilidades del ser humano, es el ser político por excelencia, pero también es un escritor, también amó la Palabra. Es un hombre que vibre y vibra, que como Ulises siempre está alerta. Es un hombre que ama, que es amado. (La joven Cleopatra a los 21 años se enamoró de él, calvo y cincuentón pero Divino y Julio) ¿Ambicioso? El mundo antiguo no condenaba la ambición o la sed de gloria personal como el mundo cristiano. Recordemos que en la Ilíada los héroes griegos luchan por su gloria. Los poemas homéricos educaron al mundo grecolatino, fueron el modelo de Alejandro Magno y Alejandro fue el modelo de César. Y César lo fue de Napoleón, y de Bolívar…
El anillo de César es un libro político para jóvenes lectores. Muestra al hombre inmerso en la polis, en la civitas, arando los campos agrestes del alma para convertirlos en civilización. Muestra polémica y envidias y atroces asesinatos y guerras. Pero muestra a un Julio César siempre conciliatorio, siempre prefiriendo el diálogo y la arenga al puñal, tomando las armas cuando no le queda otro remedio –tampoco era un pacifista en el sentido actual, no extrapolemos la Historia- perdonando la vida en su momento a quienes, también en su momento, lo mataron en el asesinato más famoso de la Historia.
El anillo de César engarza al personaje desde dos temas principales que son los que me hipnotizan como ser humano y escritora: el tiempo y el destino. La novela, por su estructura, es una metáfora del tiempo: se construye en 24 capítulos como otras tantas horas de un día arquetípico que avanzan en orden descendente, esto es, de adelante para atrás. Vamos leyendo y vamos hacia el pasado, de tal modo que cada capítulo es el futuro del presente de su predecesor, lo que propone a los jóvenes lectores y a los jóvenes de corazón una experiencia de lectura que no es fácil pero que puede ser interesante, reveladora. La novela es un círculo, como la serpiente ouroboros, que se muerde la cola.
El Destino, el otro gran tema, era algo de lo que Julio César siempre fue muy consciente: del significado de su vida, de su destino personal, quién era él y por qué tenía esas capacidades y levantaba esas adhesiones y esos rechazos y esos amores y esos odios. Al contrario de los políticos egipcios de la corte de Cleopatra, descendientes de los macedonios, Julio César no zanjaba las cuestiones de poder asesinando a los pretendientes y a los enemigos. Al perdonar a quienes lucharon contra él en la guerra civil selló su sentencia de muerte y quizá lo sabía. Pero ese era su destino. Y quizá también lo sabía.
Por
El anillo de César desfilan los personajes que hicieron el espíritu de la Roma en cuyos brazos murió la República. Verán a Cicerón y a Bruto, a Casio y a Antonio, a Calpurnia y a Cleopatra. A Clodia la hedonista y a Catón el estoico, al arúspice etrusco Spurinna y al Magno Pompeyo… Los muebles, las togas, las columnas, las estatuas, el Tíber murmurante y el Nilo, la guerra de las Galias, los bosques de los celtas… El mundo que miraron los ojos de Cayo Julio César.
Dos de los epígrafes del libro dan la clave de la lectura profunda que puede hacerse para ponerse en el dedo este anillo: “Los hombres mueren porque no son capaces de unir el principio con el final”. Lo dijo el médico Alcmeón de Trotona en el siglo VI a.C. Y “Nadie es verdad más que los muertos a pesar de sus siglos”. Lo dijo el poeta asturiano Aurelio González Ovies cuando el siglo XX cambió a XXI. Son sentencias misteriosas y sabias sobre las que vale la pena meditar.
*Entrevista con Ediciones El Naranjo a propósito del lanzamiento de la novela El anillo de César. Agosto 2012.